La arqueología ha demostrado que la isla de San Martín ya estaba habitada hace más de 5 000 años. Los indios arahuacos llegaron en piragua procedentes de la cuenca del Orinoco, en Venezuela, y fueron los primeros habitantes de la isla. Los nuevos pobladores descubrieron estanques y lagunas, cuyo producto, la sal, seguiría siendo uno de los principales recursos de la isla hasta principios del siglo XX. Los arahuacos fueron entonces invadidos por un pueblo antropófago: los indios caribes. Otras tribus fueron desembarcando sucesivamente y nunca dejaron de diezmar a las tribus anteriores.
Cristóbal Colón descubrió la isla el 11 de noviembre de 1493, el día de San Martín. Sin poner jamás un pie en ella, la bautizó y tomó posesión de la isla para la Corona española. La isla fue incesantemente conquistada por los filibusteros. En 1627, un barco holandés descubrió la laguna salina y decidió instalar a algunas familias en la isla.
En 1638, el Reino de España envió una flota para expulsar a los colonos y dejó un destacamento de hombres para prevenir la invasión de cualquier nación europea. Después de diez años de ocupación y diezmados por los virus y el hambre, los españoles abandonaron la isla. Entonces, algunas familias francesas y holandesas se establecieron en las montañas para cultivar yuca y tabaco. Estas pidieron a sus respectivos gobiernos que tomaran posesión de la isla.
Los holandeses llegaron los primeros procedentes de la isla de San Eustaquio y trataron de impedir el desembarco de los franceses. El caballero Longvilliers de Poincy, gobernador de San Cristóbal, organizó entonces el desembarco en masa de una tropa de 300 hombres. Ambas naciones firmaron un tratado de cooperación el 23 de marzo de 1648 en el Mont des Accords, en virtud del cual se repartían la isla en dos partes. Los límites de la frontera de San Martín se decidieron tras una carrera entre dos corredores de cada nación, partiendo cada uno de un extremo de la isla. Su encuentro determinó una línea de separación. Oficialmente, el francés fue el más rápido, porque San Martín es más grande que Sint-Maarten. A menos que hiciera algo de trampa… La leyenda sigue viva.
El obelisco de la frontera de San Martín
El tratado de 1648, que permitía la libre circulación de bienes y personas entre las dos partes de la isla, aún sigue en vigor en la actualidad. El paso de la simbólica frontera solo está indicado por las banderas nacionales y por un obelisco erigido en 1948 con ocasión de la conmemoración de los 300 años de convivencia pacífica entre las dos naciones. En la carretera, solo unas señales de bienvenida te indican que acabas de cruzar la frontera.
Información práctica
Para pasar de la parte francesa a la holandesa y viceversa, nada más sencillo. No hay puestos fronterizos que te obliguen a detenerte y a identificarte. Solo hay algunos lugares de paso marcados en el suelo. Un hito y las banderas marcan la pertenencia nacional. La mayoría de las carreteras que atraviesan ambos territorios no están identificadas. Así que cruzarás la frontera varias veces en un mismo día sin ni siquiera darte cuenta de ello.
En ambos lados de la isla puedes pagar en euros o en dólares en todos los comercios. Todo el mundo está acostumbrado a hacer la conversión, que ya forma parte de la agilidad mental nacional.
Si bien hay dos territorios con dos Estados que gobiernan de manera diferente, el espíritu no se corresponde con una separación visible y radical. San Martín y Sint-Maarten cohabitan con buen entendimiento para hacer de este paraíso una friendly island.